martes, 1 de abril de 2014

Juzgar los defectos de los demás

Desde hace unos días, estoy aceptando interiormente algo intrínseco de los humanos.  No nos preocupamos por los demás.  No quieres que nadie te pise o te quite lo que es tuyo, pero no piensas en que a veces eres tú quien quitas a los demás y lo hacemos incluso a conciencia. Esta falta de respeto se da en muchos ámbitos.
En el trabajo, una compañera me comentaba que entre varias madres, dijeron que cada día una llevara los hijos de todas a la escuela, alternando entre ellas. Se encontró que siempre había madres que tenían cosas para hacer y se saltaban el turno y siempre eran las mismas las que llevaban los niños.  Al final cada una va por libre y esta compañera debe comenzar una hora más tarde a trabajar y también terminar una hora más tarde.  ¿No encuentras que es mejor llevar 5 niños 1 día a la semana en la escuela, que no llevar 1 cada día?. Lo que ganas es mucho. Tienes más tiempo para otras cosas, en el trabajo puedes terminar antes, gastas menos gasolina, puedes descansar un poco de los gritos del niño, si ha salido movido ;)
Siempre me ha costado entender estas actitudes.  Ahora empiezo a comprenderlas y aceptarlas.  Si lo hacen es por falta de conciencia de que deben tener una actitud diferente.  Si no tienen una actitud más positiva, es porque no pueden evitar comportarse como les marca la mente, que les hace fijarse más en un beneficio inmediato y momentáneo, que en un beneficio a largo plazo.
Cada vez acepto más estas acciones.  Todavía hay una parte de mi mente que no lo acepta y se rebela pero cada vez es más pequeña.  Yo también he hecho este tipo de cosas y cada vez entiendo más que los otros las hagan.  Cada vez soy más consciente de que la mente tiene una determinada manera de trabajar y luchar contra ella es muy difícil y cansado (aunque pienso que se debe hacer). ¿Porque no debería dar libertad a los demás a cometer errores?.
Toda esto se resume en una palabra: aceptación.
La aceptación te da una libertad y paz muy grande.
Sobre la aceptación hablaré más veces. Ahora, para ilustrar el hecho de no juzgar a los demás, pondré un cuento que en su momento me gustó mucho. Es de Paulo Coelho, del libro "Maktub".
Un monje del monasterio de Sceta cometió una falta muy grave y llamaron al ermitaño más sabio para que la juzgara.

El ermitaño se negó, pero insistieron tanto que, al final, fue.  Antes, cogió un cubo y le hizo varios agujeros.  Después, lo llenó de arena y se encaminó al convento.

El superior, al verlo entrar, le preguntó qué era aquello.
  • He venido a juzgar mi próximo -dijo el ermitaño-. Mis pecados se escurren detrás de mí, como la arena que se filtra por los agujeros del cubo.  Pero, como no miro atrás, y no veo mis propios pecados, me han llamado para juzgar a mi próximo!

Los monjes desistieron del castigo en ese mismo momento.
Todo el mundo comete errores y solo no fijandote en los tuyos, puedes juzgar los errores de los demás.